Abril de 1945, la guerra está a punto de acabar. Al mando del veterano sargento Wardaddy (Brad Pitt), una brigada de cinco soldados americanos a bordo de un tanque -el Fury- ha de luchar contra un ejército nazi al borde de la desesperación, pues los alemanes saben que su derrota estaba ya cantada por aquel entonces.

Un grupo de soldados estadounidenses deben operar en la Alemania nazi con un enorme tanque. El grupo está compuesto por el obediente Shia LaBeouf, el que tiene pocas luces, Xavier Samuels, el inmigrante latino, Michael Peña, y el macho cabrío, Bard Pitt. A este grupo se le suma un nuevo e inexperto soldado, un hombre sensible, lleno de buenos valores, inocente y religioso, intentando marcar una contraposición entre el resto del grupo, machacados por la guerra y reflejo de la deshumanización, y el nuevo, la viva imagen del civismo, la misericordia, y los valores tradicionales estadounidenses de familia e iglesia todos los domingos.

El tanque avanza y cada vez se sumergen más en la profundidad de la guerra, mientras tanto, Brad Pitt va matando nazis por doquier, a veces sin camiseta no sabemos muy bien por qué. La narrativa sigue su curso y poco a poco Bard Pitt y el nuevo comienzan a hacerse amigos. Todo avanza bien por lo general, hasta que llegamos a ese clímax sensacionalista y patriótico.

Brad Pitt decide enfrentarse a un ejército de 200 alemanes con el tanque roto y sin munición, y el resto del grupo decide unirse, siendo el nuevo el primero, lógicamente, y siendo el que tiene pocas luces el último en aceptar, cómo no. Hay muchos elementos ilógicos en el guión; llegan doscientos soldados alemanes y deciden no huir, pasable porque lo hacen por valor y patriotismo aunque resulta desquiciante, pero lo que no es pasable es que los alemanes sean tan inéptos, llevan granadas antitanque que por algún casual no usan cuando en escenas anteriores se ve que son muy efectivas, y hablando de granadas, a Bard Pitt le cuelan dos en el tanque y solo le hacen un par de rasguños, y a parte de esto, literalmente les ves correr delante de las balas, pasan por delante de ellas sin sentido alguno. Y para terminar con las tonterías, cómo no, el único que sobrevive es el nuevo, y gracias a que un nazi, pese a haberle visto y pese a que el nuevo y su grupo ha matado a cien de sus compañeros, decide no delatarle.

No resulta creíble ni siquiera el personaje de Brad Pitt, demasiado arreglado y estilizado, intentando desesperadamente destacarle por encima del resto. Esta obra destaca más por su forma que por si contenido, en aspectos técnicos, como el uso de cámara o la fotografía, es exquisita, pero el guión es muy endeble, fallón e ilógico, y peca demasiado de americanadas. No es mala película ni mucho menos, pero se siente desaprovechada, el guión podría haber tomado otros derroteros mucho más originales y realistas. Un 6'8.